miércoles, 2 de septiembre de 2009

Camino a casa / 2.09.2009

Esperé en el paradero un rato, mientras llovía, miraba como pasaba la gente por la vereda del frente.
La mayoría eran personas de la Universidad en que voy. A mi lado, habían algunas escolares tratando de capear las gotas que caían del cielo.
Llega la micro, y estaba llena. No me subí, decidí caminar.
Camine algunas cuadras hasta llegar a la Estación Santa Ana de la Línea 5 del Metro. Bajando la escalera siento el aire caliente que viene desde los túneles subterráneos. Acerqué mi tarjeta de estudiante al validador para entrar al andén. Sólo funcionó al segundo intento.
Bajando la escalera, llega el metro, estaba casi tan lleno como la micro que evité subirme antes. No me importo. Entré y la gente me miró. Estaba algo agitado y el calor dentro del vagón empezó a incomodarme.
Pronto el carro empezó a andar y entró brisa por la ventana. Una brisa tibia.
Tome el metro en dirección a Vicente Valdés, pues me bajo una estación antes.
Entre las estaciones Irarrázabal y Ñuble, el metro sale a la superficie. Me gusta eso, vienen recuerdos a mi mente de cuando era más pequeño y salía con mis papás y mi hermana a pasear, viajábamos por la misma Línea.
Estaba parado frente a la puerta, mirando hacia afuera. En el reflejo del vidrio, pude ver a un par de escolares detrás de mi, una de ellas me miraba. Más atrás, un joven de mi edad, enchufado a sus audífonos grandes mirando hacia el suelo. Volteé la cabeza, la escolar corrió su mirada. Vi a una pareja de abuelitos sentados, tomados de la mano. Él con un paraguas en su mano izquierda y ella con la cabeza apoyada sobre el hombro de su esposo.
El tren siguen andando. Algunas gotas se cuelan por la ventana, las siento en mi cara. Doy un paso atrás.
El paisaje de la ciudad me hipnotiza, desde la altura del metro, puedo divisar basurales escondidos tras los muros. También, veo como se esfuman los recuerdos de mi infancia con el demolido y clásico Otto Krauss, una juguetería soñada para cualquier niño. Hoy en su lugar, levantan una Universidad.
El vagón se vacía un poco, ya puedo acomodarme mejor. Apoyo mi espalda en el espacio entre el respaldo de un asiento y la puerta. Las escolares se habían ido.
Una joven con Jumper, frente a mi, juega con un coyack en su boca. Una mujer sentada, mira como la llaman por teléfono, su celular está en silencio, se queda mirando la pantalla sin contestar. Frente a ella, otra mujer, leyendo “El Niño del Pijama a Rayas”. Yo solo observo. A veces me encuentro con otras miradas haciendo lo mismo. Suena el timbre que indica el cierre de puertas, tan solo falta una estación para bajarme del tren.
Se abren las puertas en Bellavista de La Florida, me bajo del carro. Subo las escaleras, hay harta gente.
Sigo mi camino sin salir de la estación, delante mío, una mujer juega con su paraguas meneándolo hacia adelante y hacia atrás, yo lo esquivo.
Entra viento frío por la entrada principal, me dirijo a los buses. Entro al andén de los Metrobuses 74 y 81. Subo a éste último. El conductor me da un boleto de escolar y me siento en el segundo asiento junto a la ventana. Miro hacia afuera, las gotas en el vidrio no me dejan ver bien el exterior.
Aún quedan varios minutos de viaje, desenredo los audífonos del celular y los conecto. Vago por los diales FM, ninguno logra atraparme por mucho tiempo. Sólo la sección de deportes.
Sube gente al metrobús, llueve fuerte afuera. Cuando quedan casi dos paraderos para bajar, guardo mis audífonos y me pongo de pie. -En el paradero, tío porfa- digo en tono simpaticón. El conductor detiene el bus y me bajo.
La lluvia no es tan intensa como creí. Me enchufo a mis audífonos nuevamente. Espero que den el verde y cruzo Av. La Florida.
Pongo la carpeta Oasis de mi celular, suena “I’m Outta Time”, una joya melancólica del último disco de los hermanos Gallagher. La canción me vuela la cabeza.
La lluvia cae sobre mi, hace frío. Apuro el paso. Entro a mi pasaje, un par de perros en la calle tratan de protegerse del frío.
Abro la reja, me limpio los pies. Busco las llaves, me cuesta encontrarlas, tengo las manos congeladas.
Introduzco la llave en la cerradura, giro la manilla y empujo la puerta.


F.

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