domingo, 30 de agosto de 2009

Electro-Doméstico

La familia se reunía siempre en torno a lo mismo. Desde que el padre dejó de llegar a la casa, el vacío era profundo. El Televisor se movía, los hipnotizaba a todos. Hacía dormir al bebe con sus canciones de cuna, entretenía a Francisca con los programas juveniles y complacía a la madre en la censurada franja nocturna. Cada sábado los reunía a todos con una cada vez más vacía entretención. El aparato bailó, protegió y también hizo parecer todo armonioso incluso cuando no lo era. Todo esto duró diecisiete años. Hoy sabemos que era un secuaz más de la época negra. Y lo más triste es que el Televisor nos sigue bailando e hipnotizando en el momento en que más creemos ser libres.

















F.

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